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Folklore quisqueyano

  • Foto del escritor: Antonio Corcino
    Antonio Corcino
  • 20 ago 2020
  • 2 Min. de lectura

Con la obra “Cosas Añejas” el escritor Cesar Nicolás Penson, formuló el contenido y la importancia de lo que llamó el “folklore quisqueyano” el que describe nuestra manera de ser y pensar. La noción de pueblo, como sujeto del folklore obligó a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) a reconocer, declarando el 22 de agosto como “Día Internacional del Folklore”. Sus valores como manifestaciones populares y la expresión de los pueblos.


De igual importancia y en sintonía con ese sentir se dictó el Decreto Presidencial 173-01, que manda a recordar el 10 de febrero, como Día Nacional del Folklore Dominicano, con ello se distingue lo del pueblo y el cómo somos como grupo.


La elección de estas fechas respondieron acontecimientos vinculados con la investigación y la promoción de este quehacer del pueblo y como en todos los niveles del discurso se encuentran huellas de los pueblos, de lo no oficial.


En general, el folklore como expresión espiritual y material que sobrevive y su origen es el pueblo. Como el nuestro, que forja la identidad. Sus rasgos están en la música, las comidas, bebidas, vestimentas, creencias, instrumentos, mitos y leyendas de raíz folclórica, los cuales se creían que estaban asociados algunas razas, al campo, a analfabeto, a pobre o alguna clase social, pero esas manifestaciones populares sobrepasan esas dimensiones.


En tanto, el folklore dominicano es rico, pintoresco y alegre en su expresión, lo que lo constituye en uno de los pilares de la dominicanidad, lo que somos y como nos perciben. Se ha nutrido de la vida como grupo, respondiendo y estableciendo relaciones con estructuras y contextos sociales, políticos, históricos y culturales en la construcción como sociedad.


Por su significación, esta transmisión de los elementos distintivos, específicos, característicos e inconfundibles que lo definen y afianzan lo dominicano evocando lo local que ante lo global potencializa un genuino y espontáneo recurso para enfrentar sus embates.


De modo que este “saber popular dominicano” sentir, cantar, baile y contar lo del pueblo es parte de la colectividad y que no es patrimonio de nadie, es anónimo, pero si sus promotores.


Sin embargo, su revalorización, comunicación y transmisión a la comunidad y al mundo, lo mantiene vivo como expresión popular de la vida social e impulsarlo amortigua los efectos de los cambios sociales e internacionales que generan la modernidad.


En tal sentido, como tal sus elementos diferenciales y sus aportes como monumento viviente dominicano imprimen color y sabor a la cultura universal.

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